El Realismo Mágico en La dama del alba, de Alejandro Casona

En 1944, cuando se estrenó por primera vez La Dama del alba del dramaturgo español Alejandro Casona, Alejo Carpentier no había publicado todavía su famoso El reino de este mundo (1949), ni Julio Cortázar Bestiario (1951), ni Juan Rulfo, Pedro Páramo (1955). Ni siquiera Miguel Ángel Asturias Hombres de Maíz (1949), la obra considerada inaugural del Género Realismo Mágico en Latinoamérica.

Alejandro Casona acababa de llegar a Buenos Aires, exiliado de España por sus ideas republicanas. Como cualquier español que vio desaparecer sus ideales tras el ruido de las armas, Casona escribió La Dama del alba después de haber asistido a la lucha de dos bandos de un mismo pueblo español, igual que ocurrirá en las obras principales del realismo mágico latinoamericano. Es evidente que, esa visión artística, exacerbada por los años de guerra, transformarán al dramaturgo español y será, entre la magia y la realidad, entre figuras alegóricas y marco asturiano, a partir de lo que creará lo mejor de su producción literaria.

La guerra civil vista en la obra de La dama del Alba de Alejandro Casona tan atractiva como mortífera.
Imagen de la costumbre de la guerra

Entre realidad y alegoría, los personajes del realismo mágico en la obra de Alejandro Casona.

La obra de Alejandro Casona comienza en el salón de una casa rural asturiana en la que vive una familia sumida en la tristeza. Hace cuatro años exactamente, la noche de San Juan, desapareció, ahogada, Angélica, la hija mayor de esta familia. El tiempo parece detenido en este caserón de obligada desesperanza, en el que los otros hermanos de la desaparecida no tienen derecho ni a jugar ni a salir al jardín. Tampoco su madre les permite asistir al colegio. Lo que más acongoja a esta mujer es que el cuerpo de Angélica no se haya encontrado todavía.

Desde el primer acto de La Dama del alba, llega a ese lugar una fascinante mujer, sin nombre, que apodan La Peregrina. Joven y rubia, de mirada fría y profunda sabiduría, fascinará a todos los habitantes de esta casa. Su amabilidad, los lugares en los que asegura el abuelo haberla visto antes, mantienen a este hombre sobre aviso hasta que, como en Pedro Páramo, se da cuenta de que La Peregrina es, en realidad, la encarnación de la muerte. Lo extraño es que, el hecho de que este personaje, simbólico, sea visto y conocido por todos como un personaje más, es una clara característica del realismo mágico, género que altera la realidad con acciones fantásticas presentadas como verídicas y posibles.

Al final del segundo acto, aparece Adela, y con ella se abre el verdadero nudo de la obra dramática, una muchacha desamparada que Martin salva de las aguas del río. Pura y bella a la vez, irá ocupando en la casa asturiana y en el corazón de sus habitantes, el lugar de Angélica. Esta transposición también la encontramos en los personajes del género del realismo mágico, cuyos nombres y vidas se repiten, a lo largo de las generaciones y del tiempo. Para conquistar a la familia que la acoge, Adela se convertirá en la Angélica muerta. Y así lo hará, hasta la última escena de La Dama del Alba de Alejandro Casona haciendo eco al otro personaje dramático también llamado Adela, de La casa de Bernarda Alba de su amigo Federico García Lorca.

Portada de La dama del Alba, de Alejandro Casona, obra de Realismo Mágico.
Portada de La Dama del alba de Alejandro Casona

La identidad cultural en la obra La dama del alba.

Una de las características fundamentales del género del realismo mágico es la de fundir los sentimientos del autor, con el lugar y momento de los hechos narrados. Aquí nos encontramos con la personificación de la muerte en una bella mujer seductora que atrae a los personajes hacia ella. Sabemos que La Dama del alba fue escrita tras la Guerra Civil, en 1944. Alejandro Casona se acababa de instalar en Buenos Aires y escribe su obra desde la nostalgia que siente hacia su tierra natal, Asturias y España, que describe con detalles y lenguaje propio, a lo largo de su obra.

Por eso quizá, todos los personajes que aparecen en la obra, la madre, el abuelo, los niños, el marido y la maravillosa Telva, provienen del universo asturiano de Casona. Como en Cien años de soledad, el lenguaje, las costumbres locales y los refranes, caracterizan a los personajes de los que no sabemos en realidad ni de qué época proceden.

Anclados a su tierra, nacidos de ella, el autor creció con personas semejantes, con un lenguaje semejante.

La Dama del alba deja al descubierto tanto el dolor, como la nostalgia del dramaturgo. El exilio le duele tanto a Alejandro Casona, como esa visión atractiva que sintieron los españoles al embarcarse en una guerra civil, años antes.

“Un sentido y sentimiento de tierra que exacerba notablemente el destierro”, explicará el propio autor.

Género de contrastes, el tiempo y el espacio, en La Dama del Alba.

El género del realismo mágico, considerado un movimiento de contrastes, trata el tiempo de forma circular. Desde la muerte de Angélica, la madre no deja que los otros personajes evolucionen, ni vivan, ni salgan de casa, como si los quisiese detener. Un tiempo que no avanza acaba repitiendo en la obra la misma noche de San Juan, aquella en la que cuatro años antes, se ahogó la bella Angélica. El tiempo se contiene en una eterna repetición de los hechos sin que estos parezcan diferenciarse ni evolucionar a lo largo de los años, en bucle, gracias a la presencia de fechas señaladas, como esa noche de San Juan. Noche simbólica en España, la más corta del año, en la que se salta la hoguera para quemar todo lo malo del año anterior. Llamada la noche de las brujas, ese momento se repite, incesantemente, en la obra de Casona como lo encontraremos, más adelante, en las obras de Rulfo o de García Márquez.

Asimismo, este género del realismo mágico, trata también el espacio de una forma peculiar. Anclado en una realidad en este caso asturiana, sin embargo existe un espacio en el que la magia opera con total verosimilitud gracias a unos personajes que creen en ello. En la obra de Casona, el lector reconoce la región de Asturias como lugar geográfico preciso, sin que esta se nombre en ningún momento. Son los elementos de este espacio los que cobran protagonismo. Salvo ínfimos detalles, nada parece indicar algo diferente a cualquier casa rural de un tiempo indefinido, que pudiera estar en cualquier parte de España.

Hasta que resulta que, en esa casa rural y en concreto en el salón se descubren las verdaderas caras y sospechas de los personajes. Como en las obras del realismo mágico, la acción real nacida del imaginario tiene un origen y un lugar. Tanto Macondo como Comala, son pueblos en los que también el tiempo parece detenido, a veces incluso muerto, solo vivo en el recuerdo, los cuentos, las leyendas y el folklore. De la misma manera, en La Dama del alba, también el espacio concedido al cuento es importante, la obra sigue las leyendas asturianas, las fechas marcadas por las costumbres de los hombres desde hace generaciones, para que tanto los cuentos como la mitología lugareña se funda con la historia contada y vivida por los personajes de la obra.

Elementos tan simbólicos como reales

El río, y su simbología cobra un papel protagonista en La Dama del alba. Aquí, no solo recorre las inmediaciones del pueblo en el que se desarrollan los hechos, no solo es un caudal con agua en movimiento, sino que atrae a las jóvenes que pierden la vida en sus profundidades. Río visto de forma simbólica, estás se sienten llamadas a tirarse a sus aguas, único lugar sagrado a través del cual podrán acceder a la otra orilla, el mundo de los muertos.

El río, elemento simbólico en la obra de La dama del Alba de Alejandro Casona.
las orillas del río que separan los dos mundos en el género del Realismo mágico

Así pues, La Dama del alba, de Alejandro Casona, ha sido señalada como una obra de teatro universal. Sin tiempo ni espacio definido, con personajes a medio camino entre los individuos y el simbolismo, contiene todas las características del género de Realismo Mágico que funde mejor que ningún otro género, el espacio de la leyenda, de la magia y la belleza con el de la realidad elevando al ser humano a un espacio más amplio, más grande, más universal.

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El piso de Abel

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